lunes, 31 de marzo de 2014

Mecenas o el poder de las artes

Cayo Cilnio Mecenas

Si buscamos en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española la palabra mecenas la definición  que encontramos es la siguiente: “persona que patrocina las letras o las artes”. Dicho término alude a Cayo Cilnio Mecenas, el otro fiel consejero del emperador Augusto que destacó precisamente por su labor de protección de las artes y la literatura y, que poniéndolas al servicio del principado, creó un vehículo de propaganda sin precedentes en la historia. En los tiempos actuales se equipararía a un Ministro de Cultura.
Perteneciente a una rica familia noble de origen etrusco afincada en Arezzo, Mecenas nació en el año 70 a.C. Las primeras noticias que tenemos de él es cuando, por recomendación de Julio César, se une al círculo que acompaña a su sobrino nieto Octavio a Apolonia. Junto con Agripa, a pesar de las diferencias entre ambos, los tres jóvenes desde el primer momento establecieron unos fuertes vínculos que los mantendrían unidos durante toda su vida.

Agripa, Augusto y Mecenas

Frente al liderazgo militar de Agripa, Mecenas, si bien participó en alguna campaña militar, desempeñó sobre todo un papel decisivo como consejero y confidente de Augusto que reconoció que nunca había recibido mejores consejos de nadie. Incluso leía y corregía sus discursos. Intervino también como mediador en numerosas ocasiones como en el Tratado de Brindisi (40 a.C) que reconciliaría a los triunviros y que se refrendaría con la boda entre Marco Antonio y la dulce Octavia (hermana del futuro emperador) o en aquel con Sexto Pompeyo que culminó con la boda de Octavio y Escribonia, pariente de Sexto. También están sus consejos detrás de la estructura del Estado romano creada por Augusto en  la que las instituciones tradicionales sobrevivían despojadas de poder. En múltiples ocasiones se quedó al cargo de Roma en ausencia del Príncipe  (en 30 a.C. desbarató una conjura para matar a Augusto encabezada por el hijo del ex-triunviro Lépido). Todos los historiadores coinciden que gracias a la influencia de Mecenas, Augusto se dulcificó y humanizó su política.
Sin embargo, su mayor aportación al principado fue el descubrimiento y protección de jóvenes talentos literarios como Horacio (al cual regaló una villa en los Montes Sabinos) y por encima de todos al mejor poeta latino, Publio Virgilio Marón, quien le dedicó sus Geórgicas. Otros poetas a los que favoreció fueron: Propercio, Lucio Varo Rufo, Plocio Tucca, Cayo Valgio Rufo o Domicio Marso. Así elevó el tono de la vida literaria y cultural en la Era de Augusto y puso a todos los poetas de su círculo al servicio del régimen. El ejemplo más claro es La Eneida de Virgilio, una oda a la Gens Julia y a las virtudes de Augusto. 

Mecenas presentado las Artes Liberales al Emperador Augusto.
Giovanni Battista Tiepolo. 1745. San Petesburgo. Museo del Hermitage

Frente a la sencillez y seriedad de Agripa, Mecenas era un personaje bastante pintoresco, un sibarita de maneras exóticas y afeminadas. Llamaba la atención  su forma de llevar la túnica ceñida sobre las rodillas por lo que le pendía suelta hasta los pies igual que las mujeres o el modo de cubrirse la cabeza con el manto. Amaba la ostentación y el lujo, a la vez que sentía debilidad por las sedas, las joyas y la opulencia en los banquetes (puso de moda en las mesas más refinadas la carne de mono joven e incluso construyó la primera piscina climatizada de Roma). Veleyo Paterculo lo define como “Insomne en la vigilancia y en las emergencias del Estado, clarividente en sus reacciones, pero en los momentos de ocio era más suntuoso y afeminado que cualquier mujer”.

Villa de Mecenas en Tívoli. Jakob Philipp Hackert.1783. San Petesburgo. Museo del Hermitage

Mecenas también era escritor, sin embargo, la calidad de su prosa estaba muy alejada de la de sus protegidos. El propio Augusto se mofaba de él en tono cariñoso por su estilo y el uso de palabras raras.
A pesar de tener múltiples amantes de ambos sexos, estuvo casado con Terencia con la que pasó media vida discutiendo aunque siempre acababan reconciliándose. Y aquí aparece el motivo por el que las relaciones con Augusto se enfriaron hacia 23 a.C. Parece ser que Terencia mantuvo un affaire con el Príncipe, lo que no molestaba a Mecenas; el problema surgió a causa de la indiscreción que cometió el consejero al comentar asuntos de Estado con su esposa (una conspiración contra el principado en la que estaba implicado el hermano de Terencia, Aulo Terencio Varrón Murena y a la que ella advirtió de correr peligro). Este asunto irritó mucho a Augusto. El propio Suetonio lo comenta en su Vida de Augusto “Echó en falta discreción en Mecenas pues había revelado a su mujer Terencia el secreto en que se tenía el descubrimiento de la conjura de Murena”. Siguieron relacionándose con cierta cordialidad y Augusto continúo recurriendo a él de vez en cuando en busca de consejo pero el emperador lo excluyó de su círculo íntimo de máxima confianza.
Así y todo, Mecenas lo nombró su heredero cuando murió en el septiembre del 8 a.C. Mecenas era hipocondriaco y temía mucho a la muerte. Para tranquilizarlo Horacio le dedicó una oda bellísima (Oda 2, 17, 8-12) en la que le prometía seguirle en la muerte, promesa que cumplió, pues murió dos meses después que su patrón:

“El mismo día
tirarán tierra sobre los dos:
Presto el juramento del soldado:
tú diriges e iremos los dos juntos,
preparados para pisar el camino
que pone fin a todos los caminos,
como amigos inseparables”

El comportamiento de Mecenas fue imitado por muchos a través de los siglos. El caso más significativo es el de Los Medici en Florencia que reunieron en su torno a sí los más grandes talentos de su tiempo.

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